Cuerpo presente y otros textos (1972)
Antología personal (1980)
Metaforismos (1996)
Poesías reunidas (1998)
Penal, El Paraíso y otros cuentos (2005)
El libro de los libros de Augusto Roa Bastos (2006)
Cuentos completos Tomo I (2007)
Cuentos completos Tomo II (2007)
Cuentos completos (2008)
Cuentos de Augusto Roa Bastos (2010)
El escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (n.1917) es una de las figuras más representativas de la nueva narrativa latinoamericana. Aunque ha vivido muchos años en la Argentina, su escritura y sus temas conservan un entrañable vínculo con la tierra natal. Su novela Hijo de hombre, y sus tomos de relatos El trueno entre las hojas y Los pies sobre el agua constituyen sus obras más difundidas. El presente tomo – que incluye dos fragmentos de Hijo de hombre y algunos de los relatos más recientes de Roa Bastos- puede leerse como un texto único que despliega los diversos temas y modos formales del escritor.
Augusto Roa Bastos (Asunción del Paraguay, 1917), pertenece a la generación de narradores latinoamericanos que ha difundido nuestra historia y nuestra cultura, a través de su obra por todo el mundo y en todos los idiomas. Sus novelas y cuentos han logrado reunir las circunstancias históricas con el compromiso del escritor con su realidad, con su patria, con su continente, con los orígenes del mismo. Novelista, cuentista, ensayista, profesor universitario, defensor de los grupos indígenas oprimidos, ha publicado varios volúmenes y su obra se encuentra en pleno proceso de desarrollo. Ha publicado, entre otros libros, Yo el Supremo, Hijo de hombre, El trueno entre las hojas. Esta Antología, preparada y presentada por Rubén Bareiro Saguier, ofrece una selección muy representativa de la obra de Roa Bastos.
La poesía fue la primera vocación de Augusto Roa Bastos. Sin embargo, esta faceta de su producción quedó al margen de su obra narrativa, quizá porque el mismo autor en un momento declaró que clausuraba su ciclo poético. Pero Roa Bastos sorprendió a lectores y críticos en 1983, cuando entregó a una revista española un número importante de nuevos poemas, y, no hace mucho, en una entrevista periodística, admitía que no había dejado de escribir poesía “porque me sigue pareciendo el más importante de los géneros, sin duda alguna, y lo seguirá siendo”.
En la década del 40, Roa Bastos era considerado por críticos como Walter Wey y Josefina Plá como al figura joven más destacada de la poesía paraguaya. Exiliado en 1947, en Buenos Aires terminó de escribir El naranjal ardiente, un libro de poemas que permaneció inédito hasta 1960, año en que se publicó una selección del mismo en forma de cuaderno. Veintitrés años después, en 1983, al publicarse una segunda edición casi completa del mismo, se refirió a sus poemas como “terrones carbonizados de una ‘gran catástrofe de recuerdos’, abono y levadura también de via nueva y nuevas esperanzas”.
El editor filológico de este volumen ha reunido los textos que lo componen consciente, a su vez, de su importancia en el proceso poético paraguayo e hispanoamericano, considerando que este corpus tiene que ser reincorporado a nuestras literaturas con todos los honores.
Junto con los poemas de El naranjal ardiente, al que se han agregado nuevos textos, el volumen incluye un considerable número de composiciones de las primeras épocas de la poesía de Roa Bastos, así como una cantidad importante de nuevas poesías, pertenecientes al libro Silenciario, en preparación.
Introducción
Como en el caso de otros grandes novelistas contemporáneos, (Hemingway, Gram. Green, Alejo Carpentier), la cuentística de Augusto Roa Bastos precede y al propio tiempo prolonga su narrativa y, en cierto sentido, es fundamental para comprender el desarrollo lingüistico y semántico de sus grandes novelas. Por ello, la Bliblioteca Popular de Autores Universales ha resuelto incorporar a su colección una antología de las narraciones breves que, a nuestro juicio, son las más significativas en el proceso mencionado.
En tal sentido, iremos analizando suscintamente cada uno de los cuentos escogidos, a saber:
Penal El paraíso
Abrimos el volumen con esta ficción breve, extrañamente inédita en libros hasta ahora, que hemos exhumado de una efímera revista política argentina, en la cual se publicó allá a mediados de 1973. Estimamos que, además de incorporarse como primicia, Penal El paraíso aporta referentes en extremo valiosos en la evolución de la prosa roabastiana. Por lo pronto, digamos que es un nítido clarín anunciador del barroco escenográfico y los pivotes argumentales de Yo el Supremo, cuya edición príncipe es un año y medio posterior. Compárense en estos aspectos el soliloquio circular del prisionero con los del Dr. Francia, el silente, minucioso avance de la corrupción de los pies de aquél con la tumefacción de los de Policarpo Patiño, que se cuadran al ordenársele que escriba su propia sentencia de muerte, y el desfiles de las moscas necrófagas, prácticamente idénticos en ambos casos.
Penal El paraíso, por otro lado, tiene una particularidad ausente de los otros cuentos de Roa: es un cuento inmóvil, donde nada sucede fuera de las cavilaciones agónicas del preso, salvo la alucinante partida de truco de los guardias y el pedregoso estribillo del loro, que no puede sino recordarnos al del Capitán Flint, de La isla del tesoro.
El ojo de la muerte
La historia, de acuerdo con la mejor tradición popular, es la de alguien que se encamina derechamente a un destino funesto que ya se le ha vaticinado. Esta narración contiene algunos de los elementos estilísticos que después caracterizarán a la mayor parte de su prosa ulterior: la continua aparición del sintagma poético, las enumeraciones caóticas, la trama planteada con la técnica del avance párrafo por párrafo, con un final a la vez épico y lírico. La terminación proviene de un elemento impensado y extraño a la lógica interna del relato: la llegada del protagonista a Encarnación en el instante en que empezaba el famoso ciclón que devastó la ciudad a fines de la década de 1920.
La gran solución
Como en pocas oportunidades en su trayectoria de escritor, Roa Bastos cede aquí a una de las tentaciones más gustosas de la cuentísticas popular: el relato picaresco, impregnado de humor y con un dejo perceptible de crueldad. La historia de Liberato Farías nos demuestra qué patéticas pueden ser las respuestas que el miedo dicta ante una grave amenaza. El trayecto lineal y la fluidez expresiva son los adecuados a la materia del relato. Acotemos que los mejores cuentos humorísticos son los que tienen menos circunloquios.
El prisionero
Escasos relatos, como éste de su primer libro, ilustran con tanta nitidez los sentimientos del escritor acerca de la búsqueda de una sociedad fraternal y de la necesidad de alzarse, inclusive hasta la muerte, contra la opresión política y social. Con un ritmo de ingente eficacia poética, se alude aquí a los viejos mitos indígenas soltándose sobre la tierra “impasible y sedienta”. También aparece un cariz de la condición humana que constituye una de las recurrencias de la temática roabastiana: el desdoblamiento de los caracteres, a veces en una misma persona y otras, como en este caso, de las coyunturas y el relacionamiento entre dos hombres unidos por la sangre.
El baldío
He aquí el relato que mejor responde a la sentencia de Carlos Fuentes: “La redondez es la mayor excelencia y a su vez la peor limitación del cuento”. Efectivamente, “El baldío” tiene una condición esférica geométrica, donde nada sobra y todo se extiende más allá de la narración en sí misma. Se regresa aquí al orden cósmico, donde la vida y la muerte giran en órbitas distantes y sin embargo irrevocablemente atraídas entre sí. Hay tanta precisión semántica en este cuento que no en balde el lúcido especialista argentino Raúl Castagnino lo define como paradigma del “cuento-artefacto”, vale decir un efecto de palabras que funciona como una maquinaria de relojería.
Moriencia
Desde el mismo neologismo del título, la narración se convierte en un transcurso lúdico, claramente experimental, donde Roa Bastos resuelve plenamente, desde su propia óptica, la cuestión del bilingüismo en la narrativa paraguaya de ambiente rural, gabinete de torturas de todos los prosistas nacionales. La historia y la muerte del telegrafista de Manorä, Chepé Bolívar, no emplea un solo vocablo en guaraní, y sin embargo, toda ella está como empujada desde el fondo por el aliento de la lengua madre de los paraguayos. Además, la condición mítica que adquiere el protagonista a través de ese mismo impulso expresivo presta una audaz originalidad al relato.
Nonato
Formalmente estructurada como la anterior, o sea con la certera utilización estética del llamado castellano paraguayo, Nonato propone la dicotomía del hombre que aparece ante los demás como un ser a quien acaban de cortar el cordón umbilical, pero que reflexiona y discute como un viejo y astuto santón. La relación con su madre, ya desdeel mismo seno ésta, otorga al breve relato una cualidad sobremanera dramática, que se completa a través del mito freudiano de la vuelta a la seguridad del útero primigenio, mediante el suicidio bajo el agua. Especial consideración merece el episodio de la violación de la madre, todavía embarazada de Nonato, brutalmente proyectado para siempre en la memoria del feto.
Cuerpo presente
Al igual que la mayoría de los textos de Moriencia, con objetiva felicidad se reitera en éste la transcripción artística del castellano del Paraguay mestizo. La fenomenología de la dualidad, inherente a la condición del hombre y tan consustanciada con la cuentística roabastiana, se ejecuta ahora en circunstancias similares: una muerte individual, con su ritualización respectiva en un velorio típicamente pueblerino, en el epicentro de una guerra civil (que históricamente quizá sea la de 1922/23) “con el pueblo rodeado por las tropas a la espera del combate al amanecer”. Resaltamos el cuadro del velatorio, recurrentemente instalado en la narrativa mundial, y sin embargo con la impronta personal que es uno de los atributos relevantes de un maestro; son incisivas, sobre el particular, la secuencia de esa situación desde el punto de vista del mismo difunto y la presencia en el lugar de los artistas de circo que, como otros personajes marginales y sórdidos, han ejercido una constante fascinación sobre Roa y otros ilustres escritores. Llamamos la atención, asimismo, acerca de la presencia en el texto de personajes que ya aparecen en otros cuentos del libro (como ya ocurre en El trueno entre las hojas). Es oportuno decir que esta estrategia tiene una clara reminiscencia balzaciana, como puede advertirse en muchos de los trescientos veinte volúmenes que integran La Comédie Humaine.
Ajuste de cuentas
Hemos seleccionado Ajuste de cuentas para demostrar que Roa Bastos maneja con idéntica eficiencia el cuento urbano y la trama de la narración de conspiraciones, así como los avatares clásicos de la novela policial con la variante, en el presente caso, del visible y legítimo compromiso ideológico del autor con las circunstancias histórico-sociales desplegadas en el cuento.
Niño-azoté
Acabado ejemplo del relato histórico corto, subgénero infrecuente incluso en esta época proclive a la mirada hacia el pasado del escritor de ficciones; en Niño-azoté, aparte de la atracción del tema en sí, se alían todas las virtudes de la deslumbrante escritura roabastiana, con el escenario de una historia, quizá una leyenda, que se repite con diverso énfasis, primero en la época colonial y después en la actualidad. Si es cierto, como teoriza nuestro amigo el novelista argentino Ricardo Piglia, que “El cuento es un relato que encierra un relato secreto… la estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esta pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento”, hay que convenir que esas dificultades están espléndidamente resueltas en Niño-azoté cuya otra trama vendría a ser el rescate de doña Rosalía y de su hijo de palo resucitado por don Pedro Guzmán, mencionada al pasar, hacia el término del “cuento manifiesto”.
Lucha hasta el alba
Fue, según Roa, su primer texto, aunque su madurez estética nos señale lo contrario: la pluralidad de sus rumbos significativos es de tal manera radiosa que no puede caber en la síntesis que nos propusimos pergeñar sobre cada uno de estos cuentos. Indiquemos, no obstante, que se pone aquí de relieve la apelación a los libros sagrados, y específicamente a la Biblia, que se ha identificado con algunas de las grandes obras narrativas de la historia de la literatura. Para no citar sino dos: Moby Dick, de Melville y Los hermanos Karamazov, de Dostoievsky.
Chico-Coá
Cierra esta antología Chico-Coá, del particular interés de quienes escriben estas líneas: el realismo mágico, la poesía, la violencia y el deseo mixturándose con furia en parajes salvajemente hermosos, constituyen hoy día uno de los caminos que deberían proseguir los narradores paraguayos, sin desmedro de la requerida, trascendente universalidad. Manifestación literaria de la tragedia de las “culturas condenadas”, denunciada primero por los antropólogos , y en la actualidad por las más altas instancias de gestión internacional, es una prueba de que el arte es capaz de iluminar el drama étnico y el genocidio a mayor profundidad que el discurso científico y la realidad estadística. Dicho sea de paso, también asoma acá la dualidad, esta vez en una sola persona, donde al final se fusionan el testigo y el victimario.
Helio Vera – Carlos Villagra Marsal
Junio de 2005
Cuenta Roa que en dos meses escribió los 17 cuentos de El trueno entre las hojas, sobre la guillotina para cortar papeles, que estaba en el sótano de la editorial de música donde trabajaba y dormía. La obra fue publicada en Buenos Aires en 1953 por la editorial Guillermo Kraft e inmediatamente le valió un renombre internacional. Anteriormente, se había dedicado a la poesía, habiendo publicado dos libros; El ruiseñor de la aurora (1942) y El naranjal ardiente (1960). Por parecerle la poesía más bien un adorno, algo suntuario, decidió dedicarse a la narrativa que -según él- sería más propicia para lograr el mejoramiento de la sociedad y denunciar con mayor eficiencia las injusticias y los privilegios de los poderosos. La literatura para Roa debía crear una conciencia revolucionaria y cambiar la realidad, no solamente reflejarla.
Esta búsqueda de una literatura social o de compromiso lo llevó a criticar a los gobiernos tiránicos y a sus cómplices: las oligarquías reaccionarias al servicio de los imperialismos. La función del escritor “debe ser eminentemente liberadora” y combatir la alienación y los tabúes de toda sociedad corrompida e hipócrita. En este sentido los precursores de su narrativa son Rafael Barret, Rulfo y Faulkner, entre otros. La influencia de estos grandes escritores se da, fundamentalmente, en la temática humanista y en la creación de un universo, por momentos mítico, aunque nunca totalmente alejado de la realidad social. La obra de Barret le enseñó a no soslayar “el dolor paraguayo” y las circunstancias históricas que marcan el destino de nuestros pueblos.
Al nihilismo radical de Juan Rulfo, se opone un “principio de esperanza” una posibilidad de redención para los seres oprimidos y humillados de sus cuentos. Al final de los relatos más terribles encontramos una capacidad de supervivencia para los actores de sus magistrales relatos. El pueblo tiene la posibilidad de resucitar de sus cenizas y obtener, finalmente, la liberación.
El autor de El trueno entre las hojas, no olvida el origen mestizo de su cultura. Somos un país bilingüe y tenemos –de alguna manera- dos almas gemelas. La interrelación del castellano y el guaraní produce una aculturación lingüística que lleva a la creación de una sintaxis peculiar que fusiona a ambas lenguas. Se debe a esto, en parte, a la aparición de un universo mítico, la lucha entre dos cosmovisiones, la oposición entre Naturaleza y Cultura, que se convertirá en la confrontación entre “civilización y barbarie”, como en el cuento Los Carpincheros.
El Tiempo Cíclico de los aborígenes versus el Tiempo Histórico de los europeos colisionarán entre sí produciendo efectos insólitos e inesperados. La cosmogonía guaraní ha sido aprovechada para producir lo que se ha llamado la “irrupción mítica” en la realidad cotidiana. El escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias fue uno de los primeros en amalgamar la lengua maya-quiché con el castellano para crear una especie de realismo mágico que influiría en Hispanoamérica a través de su literatura vanguardista.
No faltaron, por supuesto, los detractores y críticos de la obra de Roa. No le perdonaron los “intelectuales”, del régimen despótico que lo llevó al exilio, la descripción cruda y despiadada de la realidad paraguaya. En efecto aparecen personajes sórdidos como el de “Mano cruel”,que de bandido y estafador pasa a ser político de renombre o, el de “Audiencia privada” que nos presenta a un ministro corrupto de la dictadura en curso, además de la denuncia feroz contra la iglesia “oficial” que se contrapone a la pobreza franciscana del protagonista de El viejo señor obispo (probablemente un homenaje a su tío Hermenegildo Roa). Siguiendo a sus maestros , Valle-Inclán, entre otros, el cuentista expone a la execración pública a los “políticos feos, católicos y occidentales” que pululan entre nosotros. Algunos, lo acusaron de ser poco verosímil en su descripción no-idílica de la realidad nacional y de su regodeo excesivo en mostrar las lacras de nuestra sociedad provinciana y pacata. Hicieron lo mismo con su antecesor Barret a quien le criticaron su descripción de la esclavitud en los yerbales y su humanismo revolucionario. La meta de un escritor comprometido con su pueblo debe ser “una literatura militante a favor de la liberación humana”, dice explícitamente nuestro Premio Cervantes.
No descuidó Roa su estilo ni la función estética de su literatura. El había leído (en la biblioteca de su tío, el obispo) a los clásicos españoles, a Quevedo, Cervantes, Gracilaso, y otros autores como San Agustín (Confesiones). Su prosa es altamente poética, por momentos, a pesar de haber tempranamente renunciado a dicho género. El lirismo de su prosa contrasta con el naturalismo de sus descripciones del sufrimiento y el dolor humanos. Su escritura llegará, eventualmente, a un barroquismo extremo y a un alambicado juego verbal, como en su novela Yo el Supremo.
En El trueno entre las hojas, experimenta con un lenguaje de tono casi coloquial, a veces dramático y otras veces irónico. El narrador es omnisciente y habla en tercera persona. Hay juegos con el tiempo y con distintos planos de tipo cinematográfico. En algún momento, aparte de su narrativa, Roa escribió también guiones, que le posibilitaron recurrir en su escritura a la técnica del “racconto” y el montaje, a través de “flashes” y fragmentos de los hechos narrados.
Nos falta mencionar el tema del exilio, tan caro a Roa Bastos y que signó de manera radical toda su obra. La experiencia de extrañamiento y soledad que produce el exilio es fuente de reflexión y de enajenación para todo escritor que se precie de tal. Este desgarro traumático que lo separó de sus raíces ancestrales lo llevó a mirar la realidad paraguaya con ojos alucinados y a añorar como un extraño esa “tierra escarlata”, o como él la llamaba: “esa isla sin mar”.
La búsqueda de la “tierra sin mal”, mito primigenio de nuestros antepasados guaraníes, lo acompañó siempre a través de su ingente obra y lo ayudó a superar los obstáculos que se oponían a su vocación de escritor y a la de ser, a través de su obra, portador de las esperanzas de su pueblo.
El Trueno entre las hojas comienza con el cuento Carpincheros: “La primera noche que Margaret vio a los carpincheros fue la noche de San Juan.
“Por el río bajaban flotando llameantes islotes.
“Las fogatas brotaban del agua misma. A través de ellas aparecieron los carpincheros.”
La niña rubia “gringa” “exiliada” del exterior al mágico mundo del entorno del ingenio azucarero, en el monte, al borde del río. Es el mismo Roa, como él reconoció, el niño gringo que viene de Asunción a la selva, de la civilización al mundo salvaje.
El conjunto de cuentos se cierra con el que da nombre al volumen, casi en el mismo escenario, los mismos protagonistas: el río que pasa frente al ingenio, los carpincheros y Margaret, desparecida en el primer cuento tras huir con los carpincheros, sólo que ya no es una niña:
“…al borde del camino de agua que era el camino de ella. Su oído aprendió a distinguir el paso de los carpincheros y a ubicar el cachiveo negro en el que la muchacha del río bogaba mirando hacia el rancho del pasero.
“Ella. Yasý-Mörötï.”
“La luna blanca amada que de mi te alejas/ Con ojos distantes.”; “sus cabellos parecían bañados de luna, como el azúcar.”
No es casual que el libro comience y termine con una misma historia que atraviesa los otros quince cuentos, con el temario que marcará la obra de Roa: el río, los indios libres que navegan en contraste con los que están presos en el ingenio azucarero, la Guerra del Chaco, las guerras civiles, las magias del monte y sus augurios agoreros, las fugas, los prisioneros, los exiliados del exterior y del interior, los perseguidos y los perseguidores; el choque de los dos Paraguays que se encuentran y desencuentran a lo largo de la historia, el choque de las dos lenguas en que hablan los dos países, mestizándose mutuamente.
En su primer cuento, Lucha hasta el alba, ya están el Dr. Francia y el destino, la represión y los cuchillos, pero no es casual que no lo haya incluido en El trueno…, porque ahí crea su paisaje, su aldea, su pueblo mágico y terriblemente real, su Manora que va a perdurar en toda su obra.
Como William Faulkner su Yoknapatawpha, como después o casi en simultáneo, Gabriel García Márquez su Macondo, Roa crea el mundo de su narrativa, el tema que nos decía Roland Barthes es el único que tiene un gran escritor y sobre el que desarrolla sus variaciones. La pequeña aldea sufriente que crece en la narrativa hasta proyectarse y existir en el universo.
Si bien El trueno…es un libro de cuentos, legibles cada uno como un todo, Roa nos pone la clave del final y del principio del libro con dos historias que parecen diferentes, pero que son la misma, principio y fin, atravesando muchas otras historias que son parte de su propia historia, una biografía tan auténtica como fingida en la ficción, en la que hay retazos tan reconocibles en las entrevistas en las que cuenta sus recuerdos, como en El Señor Obispo, el tío con el que se educó y que marcó su óptica de predecesor de la Iglesia de los Pueblos, del Hijo de Hombre nacido en el monte, de una mítica y una literatura comprometida con el sufrimiento y la rebelión.
Es casi la misma estructura que se convierte en novela, en un relato grande. En Hijo de Hombre, en el que ya campea la novela, pero también conjunto de relatos, de historias distintas, pero que se entrecruzan y se desvían para volver a encontrarse, como en un laberinto de selvas y de ríos que atrapa a todos los protagonistas, condenándolos a vivir la misma historia, aunque sean muchas historias, solidarios o enemigos en los distintos recodos de los caminos que confluyen y se bifurcan.
Leyendo bien El Trueno… es casi una novela, conjunto de historias recurrentes más o menos hilvanadas en una, coro de muchas voces pero que hablan casi de un mismo tema, variaciones de la lucha de un pueblo cuyos protagonistas son héroes cuando se encuentran en una guerra de todos, como criminales y víctimas de tantas otras guerras internas y mezquinas. Como leyendo bien Hijo de Hombre es una novela compuesta de muchos cuentos, es el gran cuento de muchos narradores.
Es una historia y muchas, porque nos narra el Paraguay profundo, con todas las superficies que lo encubren, cuando se despierta y cuando lo reprimen, con las voces de los reprimidos y de los represores.
Es lo que Roa estaba escribiendo como una sola obra, El libro de los Pueblos, de los pueblos que habitamos el Paraguay y Paracuaria, la gran provincia del Plata, la República de los Guaraníes, la república guaraní mestizada.
Cuenta todas las historias con todas las voces, parafraseando a Julio Cortazar, todos los cuentos, El Cuento.
Si bien Augusto Roa Bastos debe su fama al audaz lenguaje novelesco de obras como Yo el Supremo, es en sus relatos donde sobresale la voluntad de forjar un certero filtro lingüistico que recree la realidad paraguaya.
A las temáticas indigenistas, de un crudo realismo pero sin renunciar al elemento mítico, el autor sumó un barroquismo formal y conceptual del que necesariamente bebieron sus novelas posteriores. Por otra parte, el marcado carácter social y político que impregna todos sus relatos da cuenta del posicionamiento ético de un autor que jamás entendió el estilo –en el que sin duda se distinguió- como un vacuo pretexto.
Aquí se reúnen, por primera vez en España, todos los cuentos publicados por Augusto Roa Bastos desde 1953, así como seis relatos apenas divulgados. Esta edición incluye un facsímil donde el autor explica cómo nació El trueno entre las hojas, su debut en la narrativa breve, demás de un glosario de términos y expresiones guaraníes. Estos Cuentos completos son la viva prueba de la evolución de un autor consagrado entre los grandes de la literatura hispanoamericana.
“Roa Bastos me parece el autor de una de las literaturas más importantes del siglo”.
Juan José Millás
La Fundación Augusto Roa Bastos manifiesta su especial complacencia con la edición de estos volúmenes, que recogen tres obras fundamentales del autor y que constituyen, según él mismo lo dijera, la trilogía sobre el monoteísmo del poder.
Hijo de hombre, Yo el Supremo y El fiscal, además de Los cuentos completos, constituyen el núcleo de la obra narrativa de este escritor.
Esta Fundación creada por sus descendientes y amigos persigue el objetivo de preservar la memoria de Augusto Roa Bastos, recopilar, proteger y difundir su obra, proyectar hacia la sociedad su compromiso con la defensa de la identidad cultural iberoamericana y promover la educación entre los jóvenes, mediante la difusión del libro como valor fundamental para el desarrollo humano.
Por esto nos sentimos altamente agradecidos a Random House Mondadori por su publicación en el sello DeBolsillo, pues cumple uno de los sueños de Augusto Roa bastos: ofrecer ediciones al alcance de todos, con la calidad que las caracteriza, además de una bella presentación con las portadas del artista plástico paraguayo Félix Toranzos, y el testimonio de Carlos Fuentes y Tomás Eloy Martínez, además del magnífico discurso que pronunciara Roa Bastos en ocasión de recibir el Premio Cervantes en el año 1989.
Mirta Roa
El escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005) vivió su infancia en el Guairá y su adolescencia y juventud en Asunción donde se inicia en la poesía y el periodismo. En 1947, a los treinta años de edad, se convierte en perseguido político y se radica en Buenos Aires hasta 1976 en que debe exilarse expulsado por la dictadura argentina.
Durante las décadas de 1950 y 1960, mientras luchaba por sobrevivir en los oficios más diversos en la ciudad porteña (vendedor de barajitas, mozo de un hotel alojamiento, empleado de seguros, redactor), se vuelca a la narrativa breve. La editorial Losada publica en 1953 y 1966 las dos primeras colecciones de cuentos que llevan el título de los relatos incluidos:
El trueno entre las hojas (1953) incluye diecisiete cuentos:”Carpincheros”, “El viejo señor ovispo”, “El ojo de la muerte”, “Mano cruel”, “Audiencia privada”, “La excavación”, “Cigarrillos ‘Máuser’”, “Regreso”, “Galopa en dos tiempos”, “El Kuruguá”, “Pirulí”, “Esos rostros oscuros”, “La rogativa”, “La gran solución”, “El prisionero”, “La tumba viva”, “El trueno entre las hojas”.
El baldío(1966) incluye trece cuentos: “El baldío” (1960), “Contar un cuento” (1955), “Encuentro con el traidor” (1959), “Juegos nocturnos” (1956), “La rebelión” (1960), “El aserradero” (1956), “Borrador de un informe” (1958), “La tijera” (1955), “Hermanos” (1961), “La flecha y la manzana” (1959), “Él y el otro” (1958), “Kurupí” (1959), “El pájaro mosca” (1958).
Estos veinte relatos breves son mediados por la escritura de la novela Hijo de hombre, premiada por Losada en 1959 y enseguida editada. De modo que cuando publica El baldío en 1966, Roa Bastos es un escritor consagrado que anota al final de cada cuento la fecha en que lo escribe.
En 1967, la editorial porteña Centro Editor de América Latina publica Los pies sobre el agua, colección con nombre propio (no es título de cuento) que incorpora tres relatos nuevos: “Nonato” (1967), “Ajuste de cuentas” (1967) y “Niño-Azoté” (1955), entre once seleccionados de las colecciones anteriores y de la novela Hijo de hombre. En 1969, la editorial venezolana Monte Avila publica Moriencia, colección que incluye cuatro cuentos nuevos: “Moriencia”, “Bajo el puente”, “Ración del león” y “Cuerpo presente”. Los relatos restantes, excepto “Nonato” que había sido publicado en Los pies sobre el agua (1967), pertenecen a El Baldío (1966). En 1971, nuevamente Centro Editor de América Latina publica la colección Cuerpo presente y otros textos, que incluye un cuento nuevo: “Cuando un pájaro entierra sus plumas”, de modo que hasta entonces Roa Bastos ha publicado 38 relatos. (1)
“Está de moda hablar de la realidad”,dice el protagonista de “Contar un cuento” (1955, El baldío), pero está de “moda” va decayendo a medida que transcurre la década del sesenta. Durante los trece años que median en la publicación de uno y otro libro de cuentos, la lengua literaria de Roa Bastos adquiere tonos de emoción personal, vacilaciones, duplicidades y ambigüedades, se impregna de configuraciones simbólicas en desmedro de los puros hechos del realismo y costumbrismo y apela a variadas técnicas narrativas para expresarse.
El escritor paraguayo enseñaba (Seminario dictado en la Facultad de Filosofía y Letras en Rosario en 1964) que la literatura ha transitado “desde un costumbrismo ingenuo, primario, como descripción epidérmica de la realidad hasta un sentido más profundo, más rico y complejo. (…) Del registro externo de la realidad o realismo de superficie, se pasa a un realismo más profundo, simbólico, alegórico, que se apropia de lo real a través de una profundización y exploración. (…) El realismo tradicional ordena la realidad. El realismo actual la aprehende en su total despliegue, no hace selección”, porque “no estamos nunca en presencia de la realidad tal cual es, sino en sus elementos significativos dados desde el punto de vista del narrador, del individuo” quien, dice Roa Bastos, “ a través de una praxis de tipo político va modificando la literatura”.
A fines de los sesenta, se aboca a la escritura de la novela intimista “Contravida” que concreta. Esta novela fallida da lugar a la publicación de los primeros relatos de Moriencia (1969) mencionados más arriba que innovan en la confrontación de enunciaciones y la focalización de los hechos narrados, incorporan el monólogo interior y el soliloquio, alternan primera y tercera personas narrativas. Luego (1968-1973) escribe su obra magna, Yo El Supremo donde pone en acción la “estética del plagio”.
Por entonces, Roa Bastos hace una despiadada “Autocrítica” (Los libros, n.12, octubre 1970), pp. 11-12) al realismo de su obra anterior; la acusa de “literatura militante” que aspiraba a dar voz a los que no tienen voz y cambiar la sociedad. El viraje estético producido ha dejado atrás la narrativa de denuncia y las viejas formas del realismo (costumbrista, regionalista, social, urbano) y sus nuevas vertientes (psicológica, mágica, crítica, cosmopolita) y aboga por un “realismo profundo”, no sólo “reflejo” o descripción exterior de nuestra realidad.
Su “Autocrítica” expone “los fundamentos teóricos” del “cambio sustancial de la escritura” que lo llevaron a desoír el “mandato ético” para obedecer el “mandato estético”. “Me di cuenta que en El trueno entre las hojas (1953), y luego, en Hijo de hombre (1960) y en otros textos, el planteo estético había quedado condicionado por el mandato ético. (…) Probablemente, de no haber mediado esos condicionamientos tanto interno como externos, mi literatura hubiera sido muy diferente. Como yo siento que lo es ahora que he querido correr el riesgo de salir de esa falta de originalidad, de ‘alienación ética’ –una alienación ideológica como cualquier otra, por lo demás-, invirtiendo la situación: es decir, abandonando hasta donde me sea posible en mis obsesiones personales. Ellas generaron escasa energía en mis anteriores obras por haber quedado traspapeladas entre sus elementos de expresión. No supe en todo caso lograr un equilibrio entre esas obsesiones personales y los referentes histórico-sociales, que absorbieron toda la carga de energía expresiva de dichos libros y los malograron en gran parte”.
No obstante, si bien Roa Bastos ha variado su lengua y su estética, ha mantenido siempre como principal referente de su narrativa al Paraguay, su historia de violencia, injusticia y explotación. Las ideas que inspiraran su novela “Contravida” en torno a la niñez y la vejez, la vida y la muerte, tal como las aprende la cultura hispano guaraní a la pertenece, dan vida a personajes entrañables como Nonato,el no nacido, que tiene recuerdos de antes de nacer y anda “perdiendo el tiempo en chocheras de chico”, contrapuesto a Chepé Bolívar y su “moriencia”, neologismo que expresa la conciencia de saberes potencialmente muerto desde el nacimiento.
Hemos seleccionado diez relatos para la colección Leer y Pertenecer, tomando en cuenta la relación con la cultura latinoamericana, en particular la rioplatense:
1) “La excavación”, “Cigarrillos Máuser” y “La gran solución”, de El trueno entre las hojas (Buenos Aires, Losada, 1953; también en Los pies sobre el agua, Buenos Aires, CEAL, 1967).
2) “El baldío” (1960), “Contar un cuento” (1955) y “El aserradero” (1956), de El baldío (Buenos Aires, Losada, 1966)
3) “Nonato” (1967) y “Niño-azoté” (1955), de Los pies sobre el agua (Buenos Ares, CEAL, 1967); también en Madera Quemada, 1967).
4) “Moriencia” y “Ración de león”, de Moriencia (Caracas, Monte Avila, 1969)
Los relatos seleccionados permitirán a los estudiantes disfrutar de un castellano refinado, culto y novedoso que sostiene historias que se tensan entre un principio y un final prodigiosamente hilados y los acercarán a la historia y la cultura de la región que por lo general quedan excluidas de la curricula. Los lectores podrán encontrar en Internet la información necesaria para comprender los relatos, por ejemplo, las guerras de la Triple Alianza (1865-1870) y del Chaco (1932-1935) que asolaron el Paraguay y la leyenda del niño azoté, una bella flor roja que, entre navidad y reyes, crece silvestre entre los pastizales y dura en tanto dura el rocío. Esta flor que inspira el relato de Roa Bastos es muy delicada y evanescente, de largos flecos que los niños golpean contra su rostro para refrescarse; el nombre azoté refiere el azote producido sobre el rostro para disfrutar de la frescura de la flor. Según otra versión de la leyenda, la Virgen azota al travieso niño Jesús con esta planta y la punta de las flores se tiñen de púrpura.
Doctora Nora Esperanza Bouvet
Investigadora del Consejo de Investigaciones de la Universidad de Rosario (CIUNR)
1. Madera quemada, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1967, Colección Letras de América 6 (nota preliminar de Pedro Lastra), incluye nueve cuentos ya publicados: “Kurupí”, “Bajo el puente”, “Niño-azoté”, “El baldío”, “El y el otro”, “El viejo Obispo”, “La excavación”, “El prisionero”, “La tumba viva”, “El trueno entre las hojas”.
2. Cfr. Nora E. Bouvet, Estética del plagio y crítica política de la cultura en Yo el Supremo, Asunción, Servilibro, 2009.